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Miguel Antonio Caro

Biografía de Don Miguel Antonio Caro

Miguel Antonio Caro - Colmac

Nuestro Colegio Lleva el nombre de Miguel Antonio Caro en su honor.

Extractada de la obra «Biografía y Breve Análisis de la Obra de Don Miguel Antonio Caro» escrita por el doctor Jaime Sierra Galvis y con prólogo de Germán Arciniegas Luis Hidalgo Dueñas y Horacio Bejarano Díaz.

Al hacer el esbozo de la biografía de don Miguel Antonio Caro nos llevará a la conclusión innegable de que su afán de progreso y deseo de superación continuados, fueron las notas distintivas de su recia personalidad hasta llegar a constituirse en el “Cerebro de la República” por su amor a la idea y su destreza en concebirla.

Nace en Bogotá el 10 de noviembre de 1843, ciudad donde pasa toda su vida. Hijo de don José Eusebio Caro, que ocupa lugar prominente en la poesía colombiana y de quien ha de heredar sus dotes poéticas. Huérfano de padre a los diez años, fue su madre la encargada de darle educación, creyendo “su mayor deber escudarlo con a fe, la esperanza y el amor con que habrá de pelear recios combates”

Con esta base de principio educativo, recibe una esmerada educación con los mejores maestros de la época, quienes le van inculcando distintos aspectos de formación que se constituirán en facetas de su instrucción. Admiró a los poetas latinos Horacio, Tibulo y especialmente Virgilio, cuya obra tradujo al español con tal maestría y perfección, en particular la Eneida, de la cual se ha llegado a decir que superó el original. Apasionado por nuestro idioma trabó amistad con don Rufino José Cuervo, quien fue su compañero en la investigación de problemas de ortología y sintaxis.

El amor a las obras clásicas le desarrollan grandes facultades de su sentimiento y el deseo ardiente de saber, llega a ser el objetivo de su existencia, constituyéndose además en el propulsor del clasicismo de su tiempo.

En 1865, junto con su amigo Rufino José Cuervo, escribió la Gramática de la Lengua Latina. De esta época es también la traducción de la “Epístola a los Pisones” del poeta Horacio y se lanza también al periodismo en “La Caridad”, “El Símbolo”, «El Tradicionista» fundado y redactado por él, “La voz de la Patria” y “La Fe”, buscando la defensa de la verdad católica de los principios de libertad y orden con aparición de su famoso “Tratado Participio”, su nombre resuena en todos los ámbitos extendiéndose a ultramar y es así como la Real Academia Española de la Lengua le concede el señalado honor de nombrarlo como Miembro Correspondiente. Posteriormente, será uno de los promotores de la fundación de la Academia Colombiana de la Lengua donde se destaca también como director.

Al consagrarse a un continuo mejoramiento en busca de la perfección, siente vocación pedagógica especial y dicta clases de filosofía en el Colegio Mayor del Rosario, lo mismo que algunas de latín. Y tendrá así la oportunidad de estar en contacto con la juventud, con el hombre y surgen sus primeros pasos hacia la política que lo conduce inicialmente a la Cámara de Representantes

Es entonces cuando aparece para don Miguel Antonio un hecho trascendental en su vida. Su matrimonio con doña Ana de Narváez “centro y musa de su obra”. Le dedica su primer libro de poesías “Horas de Amor” y viene su “mayor alegría”, sus ocho hijos y una hija y se constituye su hogar, además, como el mas importante centro de tertulias. Lo visita el gran poeta Jorge Isaacs y corrigen las pruebas originales de “María”. Es testigo presencial de las luchas entre hermanos en las guerras civiles que azotaron al país y cuando en 1880 Rafael Núñez asume la presidencia de la República, llama a don Miguel Antonio Caro a colaborar como director de la Biblioteca Nacional quien acrecentará aún más su cultura para ser nombrado luego rector de la Universidad Católica.

Por esta época se hace necesario dar una consolidación especial a la nacionalidad colombiana mediante la promulgación de normas precisas que regulen la conducta de los asociados, una constitución política y demostrando vastos conocimientos sobre derecho público, redacta la Constitución Política de la República de Colombia en 1886, considerándose, por lo tanto, como padre de la misma. Se asegura así la paz y el orden en Colombia. A través de los años transcurridos hasta el presente, aún nos rige con las reformas o modificaciones que ha sufrido, pero que conserva su esencia como principio fundamental de comportamiento humano

Rafael Núñez lo nombra presidente del Consejo de Estado y su prestigio crece de día en día y por voto popular es elegido vicepresidente de Colombia en 1892. Y en 1894, gloria enorme y muy merecida, ocupa la Presidencia de la República hasta 1898.
Miguel Antonio Caro recibe los títulos de Doctor en Letras y Doctor en Jurisprudencia de las Universidades de Chile y México.
En sus últimos años se dedica a la enseñanza del derecho, del latín y de todo aquello que en un momento dado se le solicita, manteniendo en esta forma su labor fructífera y por qué no decirlo, dejando en sus discípulos y admiradores sus sabios conocimientos y consejos perdurarán en todos ellos hasta llegar a nuestros días, porque lejos de borrarse, en las generaciones posteriores, su memoria crece con el tiempo, como suele ocurrir cuando hay auténticos méritos.
Y se cierra el ciclo de su vida cuando el 5 de agosto de 1909 muere en Bogotá, ciudad que lo vio nacer.

SONETO PATRIA

Uno de los valores más acendrados de Caro fue el ideal de Patria, por lo cual rindió devoción apasionada en este soneto, siendo uno de los mejores por la sinceridad de sus emociones: no solo ama a su patria con el corazón; piensa que debe quererse no porque tenga poder, sino por ser “madre de la familia mía” y porque “de tus entrañas soy pedazo”. Y lo más importante, lo que sugiere en esta composición, lo practicó ampliamente porque fue un gran patriota.

¡Patria! te adoro en mi silencio mudo,
y temo profanar tu nombre santo.
Por ti he gozado y padecido tanto
cuanto lengua mortal decir no pudo.
No te pido el amparo de tu escudo,
si no la dulce sombra de tu manto:
quiero en tu seno derramar mi llanto,
vivir, morir en ti pobre y desnudo.
Ni poder, ni esplendor, ni lozanía,
son razones de amar. Otro es el lazo
que nadie, nunca, desatar podría.
Amo yo por instinto tu regazo,
Madre eres tú de la familia mía;
¡Patria!, de tus entrañas soy pedazo.